jueves, 22 de septiembre de 2011

He is my hapiness

Lo observé mientras abría el paquete de tabaco y sacaba un nuevo cigarrillo. Sopló, como era costumbre en él, y se lo colocó en los labios, sin apretarlos. Rápidamente tanteó con las dos manos sus bolsillos delanteros buscando su mechero amarillo que antes le había arrebatado. Sacudió la cabeza y me miró con la cara que siempre pone cuando discutimos y se rinde ante mi postura, rogándome con los ojos que por una vez en toda la noche no fuese difícil. Resoplé apartando la vista y le lancé el mechero a la altura del pecho. Encendió su Malboro sin perderse detalle de lo que yo pudiera estar haciendo.
Me incorporé un poco y agarré mi cerveza. Estaba realmente fría. Con el contacto noté la humedad del vaso, resbaladizo. Di un trago y volví a dejarla en la mesa. El hielo casi se había consumido, y mientras miraba hipnotizada cómo desaparecía el último resto, recordé que llevábamos un rato sin dirigirnos la palabra.
El silencio no era para nada incómodo.
Era de las pocas personas con las que tenía esa extraña costumbre.
A los pocos minutos noté que de un momento a otro iba a abrir la boca para soltar alguna palabrería, pero se mordía el labio para lucir su orgullo unos segundos más. Mientras pensaba una de sus extravagantes salidas con las que asegurase mi risa de tres segundos, pensé en lo fácil que resultaba adorarlo.

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